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La bienaventuranza de los pacificadores

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Padre Alberto Luna, sacerdote jesuita paraguayo con activismo social y pastoral.


«Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios», dice Jesús en el capítulo 5 del evangelio de San Mateo.


Hoy estamos aquí para invocar fortaleza y energía espiritual para aquellos que, desde sus diferentes puestos de trabajo, de compromiso con la suerte del prójimo, se esfuerzan con todas sus energías para que haya paz, especialmente en los lugares donde hoy, en nuestro mundo, hay conflictos armados, guerras, matanzas, atropello a la dignidad de las personas; especialmente de la población civil, de niños, ancianos y enfermos.


Nos mueve particularmente en este momento y queremos hacer presente en nuestra oración la situación de enorme sufrimiento por la extrema y sistemática violencia a la que están sometidas las familias de nuestros hermanos palestinos de la Franja de Gaza. Esta situación, generada como respuesta de Israel a los ataques del grupo palestino Hamás en octubre de 2023, en los últimos meses se ha ido convirtiendo en un ataque totalmente desproporcionado y permanente, de destrucción masiva de infraestructuras no militares, con la consecuencia de la muerte cruenta de decenas de miles de civiles (se estiman en 60 000), entre ellos niños (unos 18 000) y de la desaparición de familias enteras. Una situación que en este momento de oración clama a nuestras conciencias, por atentar contra las normas establecidas por convenios internacionales para situaciones de conflicto, violando las básicas normas de respeto que se deben a poblaciones civiles, a los hospitales, al personal médico, a los periodistas, a los campos de refugiados, a los mínimos sistemas de provisión de agua y energía, a escuelas y viviendas de la gente, que han sido y continúan siendo devastadas por el ejército israelí.


Ponemos hoy en nuestra oración el clamor ante el bloqueo inhumano por parte del gobierno de Israel, que se opone a la urgente ayuda internacional humanitaria para la población de Gaza, la cual debe ser administrada por personal imparcial, idealmente de las Naciones Unidas, con el concurso de todas las naciones, y no como está siendo hoy, manipulada por la parte que controla militarmente la zona, humillando, sojuzgando a la población palestina de Gaza que ya padece hambre y desnutrición severa. Cientos de ellos ya han sido asesinados en estos puntos de reparto en las últimas semanas.


Traemos a nuestra oración el recuerdo de que en noviembre de 2024, hace 7 meses, el papa Francisco ya había señalado que «según algunos expertos, lo que está sucediendo en Gaza tiene las características de un genocidio, por lo que debería investigarse con atención para determinar si encaja en la definición técnica formulada por juristas y organismos internacionales». Desde entonces hasta ahora, las voces de diversos expertos y de autoridades internacionales no cesan de señalar que el proceso de violento exterminio de la población palestina en Gaza no solo no se ha revertido, sino que se ha agravado.


«Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios».


Hacemos presentes en nuestra oración a las familias israelíes que han sido atacadas violentamente por el grupo Hamás, en octubre de 2023 (1200 muertos) y a los rehenes (250) que fueron capturados por ellos. No somos indiferentes al dolor y a las pérdidas de estos hermanos nuestros. De ninguna manera justificamos la agresión violenta como camino para construir una paz duradera y garantizar una convivencia justa entre palestinos e israelíes.


Pedimos hoy en esta oración que el Espíritu de la paz y el diálogo prevalezca sobre la guerra y el exterminio del hermano que es considerado un enemigo. Creemos que es necesario y urgente, creemos que siempre es posible buscar todos los medios a nuestro alcance, encontrar caminos que permitan la tregua, los acuerdos, el arbitraje, la tolerancia, el acceso de la ayuda humanitaria para la población civil, la reconstrucción y la reconciliación que lleve a una convivencia civilizada entre estos dos pueblos.


En este proceso son importantes todas las iniciativas por la paz, los momentos de encuentro y oración como el que hacemos en este momento, en los diversos foros y espacios de todo el mundo, pues contribuyen a alimentar el espíritu de la paz. Cuando desde nuestra fe, afirmamos que es posible la convivencia pacífica y respetuosa entre dos tradiciones culturales y religiosas diferentes, entre dos pueblos diferentes, cuando sostenemos firme y enfáticamente, aun a costa de ser considerados ilusos, que estos dos pueblos, y todos los pueblos de la tierra, pueden vivir como hermanos, estamos contribuyendo a la paz.


«Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios».


También, como ciudadanos del Paraguay, en esta oración pedimos perdón por el pecado contra la paz, cometido por el gobierno de nuestro país, que justamente el 12 de junio pasado, en el día del aniversario de la Paz del Chaco, en el día del aniversario de la firma del cese del fuego entre Paraguay y Bolivia, nuestro país ha sido uno de los pocos que ha votado en la Asamblea General de las Naciones Unidas en contra del alto el fuego en Gaza, en contra de la liberación de todos los rehenes, en contra de la entrada de ayuda humanitaria independiente a la población y en contra de la rendición de cuentas de Israel. Como ciudadanos comprometidos con la construcción de la paz, nos sentimos dolidos y avergonzados, y exigimos a nuestro gobierno que revea su postura, que recuerde que en la Guerra Grande el Paraguay fue víctima de un violento y casi total exterminio de la población civil, de niños, mujeres y ancianos; y que no podemos apoyar nada que se parezca siquiera a un genocidio, en ninguna parte del mundo, donde sea, venga de quien venga.


Cito en esta oración el comunicado de la Conferencia de Religiosos y Religiosas del Paraguay, donde se señala «que una parte importante del pueblo judío, dentro y fuera de Israel, ha alzado su voz contra esta guerra»… «estos gestos de humanidad y profecía» nos ayudan «a no confundir el cuestionamiento firme al sionismo con antisemitismo».


«La dignidad del pueblo palestino no es incompatible con el respeto al pueblo judío; al contrario, es una exigencia ética compartida. Todos somos hermanos. No hay pueblos superiores a otros. La dignidad no se mide por la fuerza, y mucho menos por la violencia, sino por el respeto mutuo».


Hoy, como en la historia del colibrí que una y otra vez llevaba agua en su pequeño pico para apagar el incendio del bosque, venimos a unir nuestra oración a los esfuerzos por el fin del genocidio del pueblo de Gaza, por una verdadera paz entre Israel y Palestina. Amén.


Discurso en el marco de “Creo y Defiendo la Paz”. Acto ecuménico por el fin de la violencia y el genocidio en Gaza,  llevado a cabo el 30 de junio de 2025, en Asunción, Paraguay.


 
 
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